Arte / Puede
visitarse hasta febrero
La
muestra del artista australiano, cuyas obras realistas se exhiben por primera
vez en América del Sur, convocó en su primera semana a miles de personas en la Fundación Proa , en
el barrio de La Boca
Las
nueve obras exhibidas -de una producción total de 40- llegaron directamente de la parisina Fundación
Cartier , donde un récord de 300.000 personas visitaron la muestra. La platea
porteña no lo pasó por alto: la fila de gente en la Vuelta de Rocha habla de la
fascinación y el asombro frente a esa plasticidad perfecta en la construcción
de un espejo inquietante de la existencia, del hombre y su circunstancia.
Por medio de resina, fibra de vidrio,
silicona y pintura acrílica, este australiano autodidacta y perfeccionista,
hijo de padres alemanes jugueteros, expone en Proa las vulnerabilidades del
alma humana a partir de volúmenes que sólo por su asimetría están disociados de
la vida real. En ese juego constante de tamaños en sus representaciones, las
más impactantes son las obras desmesuradas en escala. Aunque todas, sin
excepción, borrarán el límite entre realidad y representación. Para que quede
claro: las esculturas de Mueck podrían pasar por seres humanos inmovilizados,
petrificados. Sólo la escala que utiliza dibuja la frontera de la ficción.
Sus personajes son en su mayoría seres
solitarios, ensimismados, y parejas unidas por vínculos inescrutables. Todos
son rehenes de estados emocionales insondables. Y a casi todos -salvo en la
naturaleza muerta- lo único que les falta es moverse o hablar. Romper el
hermetismo psíquico en el que están inmersos para confiarle al espectador la
razón de sus estados meditabundos.
(Loreley Gaffoglio para La Nación)
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