Considerado uno de los protagonistas de la renovación del
arte mexicano contemporáneo a partir de la década de los 90, Damián Ortega (Cd.
de México, 1967) ha apostado por un trabajo escultórico cuyo proceso creativo y
presencia en el espacio de exhibición adquieren más relevancia que la misma
forma final del objeto.
Es llevar la escultura a un nivel de exploración sobre el
entorno sin atender las teorías clásicas del modelado en mármol o piedra; por
el contrario provocar esa experiencia a través de materiales tan simples como
cotidianos desde un automóvil hasta la mazorca de un elote con los cuales
reflexionar el entorno.
“El punto clave de mi trabajo y de mi generación de
escultores fue reconocer que la escultura no tenía que estar obliga a utilizar
los lenguajes académicos como el mármol, piedra o madera; sino que podíamos
utilizar más bien los objetos que están a nuestro alrededor y de alguna manera
eso tenía que ver con una individualidad y una independencia política”, comenta
el artista.
Aun cuando cada proyecto respondió a un entorno físico y
temporal distinto, Ortega señala que en la muestra se puede apreciar una
intención por dejar el cliché del folclor mexicano para hacer arte
contemporáneo en su sentido más puro.
“Fue encontrar la forma de producir que no era una forma que
estaba reprimida, no tenia que ver con tener dinero para trabajar con mármol o
no, sino fue un interés por algo relacionado con el juego, la investigación,
optimizar los recursos y los espacios”.
Sus esculturas son deconstrucciones
de objetos para alterar sus funciones, y así otorgarles una nueva
experiencia a partir de un significado estético. Tienen referencias a entornos
no comunes en el arte como la ciencia, la industria o la automotriz; su
intención, pues, es descontextualizar la pieza original para ofrecer connotaciones
nuevas, a veces con un elemento de humor bastante corrosivo, irónico.
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